Remembranzas mallequinas

En mayo, la Asociación del Rodeo Chileno Malleco cumplirá 50 años, razón suficiente para escudriñar en su historia y revivir épocas doradas de la fiesta linda en este indómito territorio, adentrándonos en las memorias de sus clubes y personajes.

Lo haremos a través de exquisitos artículos publicados en los antiguos anuarios de la otrora Asociación de Criadores de Caballares y que reeditamos a modo de saga.

Rodeos de la ciudad de Victoria y en el sur de Chile, por Aner Padilla (1967).

Una de las pocas manifestaciones auténticas de nuestros hombres de campo que aún se mantiene, felizmente, en todo su esplendor y apogeo, es la fiesta del rodeo a la chilena que, a lo largo y ancho del territorio nacional, se organizan anualmente en muchas capitales, en ciudades de importancia y también en pequeños pueblos, dando lugar, siempre, a una disputa reñida, difícil, emotiva y cordial en la que, generalmente, destaca la sobriedad de los corredores quienes al recibir los aplausos de la muchedumbre por una bonita atajada o por la conquista del champion, se limitan a levantar su sombrero en señal de agradecimiento y nada más.

Organizados actualmente los cultores de este viril deporte en clubes y asociaciones de huasos, pertenecen todos a la Federación del Rodeo Chileno que reglamenta, dirige y organiza las competencias oficiales. Es así como estos torneos han alcanzado brillo e importancia, especialmente cuando se disputa el Champion de Chile, cuya decimonovena edición se llevó a cabo en Rancagua, cerca de la plaza en la que el prócer Bernardo O’Higgins, montando como el mejor de los huasos chilenos en brioso corcel, se cubrió de gloria.

Entre los clubes sureños se ha destacado, desde hace muchísimos años, el Club Victoria que preside Alfredo Maynet González, Juez letrado del departamento quien, sin descuidar ni abandonar sus elevadas funciones, dejando la toga y el birrete que simbólicamente usan los magistrados chilenos, dirige la institución con todo interés, sin perjuicio de calzar los atuendos y las aldas de la manta doñihuana para montar el pingo que haga pareja en una collera para disputar los puntos de una serie o las del propio champion, en leal competencia con los huasos de la zona.

El magistrado que es gran señor del deporte.

Un jinete que ataja y bien. Hay tantos jinetes que atajan y bien, pero hay pocos jinetes que tengan los merecimientos del aficionado que entra certeramente contra las quinchas.

Es Alfredo Maynet, el abogado que sirve con el respeto de todos el cargo de Juez en la ciudad de Victoria. Es el hombre de estudio y el hombre de fecunda trayectoria deportiva, el mismo que ayer fuera figura del atletismo sudamericano, un decatleta de jerarquía. El que dejó el disco, la garrocha, las zapatillas con clavos, para empuñar las riendas, echarse el chamanto al hombro y hacer cantar las espuelas en las medialunas. En 1966 consiguió con sus brillantes actuaciones el derecho de participar en el Campeonato Nacional de Valdivia.

Alfredo Maynet fue un día un gran dirigente del deporte en la Universidad de Chile. Hoy es un gran dirigente del rodeo chileno en Victoria.

Entre los numerosos competidores venidos de cercanas y lejanas tierras, desde San Carlos por el norte y Valdivia y Osorno por el sur, siempre ha destacado en estos rodeos la figura inconfundible de uno de los hombres que más ha trabajado por la difusión y por la tradición de los rodeos a la chilena, conocida en el hecho de todas las medialunas de Chile: nos referimos a Gustavo Bravo Zúñiga, popularmente conocido como «El Pera Bravo», como le dicen todos sus amigos y el público, cariñosamente.

Gustavo Bravo Zúñiga lució su estampa de huaso como capataz en muchos rodeos y siempre se recuerdan los desfiles famosos de 50 o más colleras que con él y la banda de músicos del Batallón de Transportes de Victoria, recorrían las calles anunciando el comienzo de un nuevo rodeo en la ciudad, que siempre tuvo el delicado toque de un cóctel servido en los salones del Club Social.

Se recuerda en la misma forma el desempeño de Gustavo Bravo Zúñiga como Jurado único, reconociéndosele méritos, capacidad y ecuanimidad, lo que ha determinado que muchos clubes de toda la zona lo reclamen para desempeñar funciones tan difíciles y delicadas. Y la verdad es que el papel de Jurado es de la mayor importancia para el éxito de todo rodeo y es fundamental para la seriedad y prestigio de los mismos. Los corredores rehúyen los rodeos que no les den suficientes garantías de equidad y justicia.

Por sus jurados, por su organización, por las atenciones que se brindan a los participantes, por el entusiasmo y el interés del público, los rodeos de Victoria han alcanzado fama nacional. Aún se recuerda el éxito del rodeo organizado a fines del año pasado y se expresan entusiastas congratulaciones para el Presidente del club, Alfredo Maynet González y sus activos colaboradores, como también para el único Jurado que fue, precisamente, Gustavo Bravo Zúñiga.

Un Capataz de antiguo cuño.

Tiene la expresión de un huaso de otros tiempos: estampa de 1920 en 1967. Sin embargo, es un huaso de hoy, un apasionado del rodeo, un colaborador siempre dispuesto a servir. Gustavo Bravo, «El Pera» como cariñosamente se le denomina, es el Capataz obligado de los grandes rodeos de Cautín o de cualquier provincia sureña.

No quedaría completo este artículo sino hiciera una breve referencia a los rodeos de hace veinte o más años celebrados en Victoria.

Es el abogado y antiguo Notario del Departamento, Luis Letelier Arellano, que presidió en muchas ocasiones rodeos de grata recordación, actuó como Jurado y tuvo a su cargo las difíciles tareas de dirigir los arreglos de la medialuna, conseguir novillos, obtener premios y tantos otros detalles inherentes a estas fiestas, quien nos da a conocer impresiones de aquellos viejos y gratos tiempos. Oigámoslo:

«Al hablar de los rodeos de Victoria es necesario recordar y rendir un homenaje merecido a los que en el pasado mantuvieron vivo el amor entusiasta por este deporte nuestro. Se destacan los nombres de Teodoro y Atilio Aedo Sepúlveda, Artemio Ramos Bascur, de Samuel Cáceres Gutiérrez y otros que ya no están entre nosotros. Su entusiasmo se ha transmitido a los nuevos corredores juveniles y decididos en la conquista de los laureles que coronan los triunfos en la medialuna.

A estos maestros de destreza y valentía hay que agregar a los que, retirados de estas lides, mantienen el mismo ardor de entusiasmo con que los vimos cabalgar con arrestos que los destacaron en forma que no cabía discusión. Son estos Nilo Miranda, Juan Harriet, Carlos Ramos Bascur y muchos otros que todavía miran, con emoción reflejada en sus ojos, la caballeresca competencia desde las tribunas.

Los primeros o los últimos llevaron muy adentro el fuego del entusiasmo contagioso que da nuestra fiesta típica. Puede decirse, como dicen los huasos, que se fueron unos cantando como chicharras y los otros siguen cantando como chicharras.

Y es con el recuerdo de aquellos que los integrantes del Club Victoria manifiestan ya un alegre despertar de primavera, iniciando reuniones en que se programa un nuevo rodeo con aspiraciones de superación para cimentar su tradición y su prestigio.»

Las legendarias topeaduras.

Recordando aquellos viejos tiempos no pueden olvidarse por el cronista los tiempos de su niñez en los que tuvieron lugar las ya famosas y legendarias topeaduras, especialmente durante los días de Fiestas Patrias, cuando junto al firme varón de madera disputaron la primacía de sus fuerzas al famoso potro Trueno de Juan Harriet con el caballo Laurel de Miguel Luis Bravo Marín, y el caballo Cóndor de Enrique Beltrán, y Repollo de Cupertino Cubillos, la yegua Escuadra de Roberto Anguita y los famosos caballos topeadores de los hermanos Moller Bordeau que disputaran memorables encuentros en Victoria, Lautaro, Laja, Chiquiñe, Renaico, Angol y otras ciudades.

¡Lindos aquellos y estos tiempos de las competencias de rodeos y topeaduras de nuestros auténticos huasos chilenos!

¡Qué diferencia entre la actitud y la prestancia viril de nuestro hombre de campo -Patrón o inquilino- y el pije posero y melenudo que, como negación del hombre-macho, prolifera por las calles de Santiago y provincias!

Por esto es que, con verdadero sentimiento y todo el corazón, escribimos estos comentarios de elogios a nuestros huasos, compatriotas nuestros, que han sabido mantener la tradición de hombría y capacidad de la genuina Raza Chilena.

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